Ana Victoria Catania nació un día de mediados de octubre del año 1977 en el barrio porteño de La Boca. Hija de un comerciante de electrodomésticos, de origen napolitano, y de una costurera oriunda de un pueblo del sur de Polonia, realizó sus estudios primarios y secundarios en escuelas barriales, donde compartió el aula con algunos alumnos que a la postre y, al igual que ella, se convertirían en destacados representantes del mundo artístico local e internacional. Ya de muy niña, Ana Victoria, encandilaba a sus docentes con sus manifestaciones artísticas frente a todo el alumnado. Sus largas e intrincadas trenzas y su notable aspecto varonil, producían una combinación muy llamativa para la audiencia de sus espectáculos.
Siempre mascando chicle desfachatadamente, luciendo sus habituales jeans gastados y agujereados, empezó a escalar posiciones dentro de la escena local hasta convertirse en una verdadera comediante. La televisión no era su medio, así que influenciada por su pater napolitano, decidió audicionar para un comercial radial, del cual fue elegida para interpretar la famosa voz croquelada del ¨Fumar es perjudicial para la salud¨.
Ella no podía creer en su suerte. Se preguntaba, ¿cómo una frase tan simple la había llevado a dar el gran salto? Anteriormente, había recitado a todos los clásicos de memoria, con interpretaciones dignas de admiración por parte del entorno artístico. Había trabajado con pasión y esmero para convertirse en una gran actriz dramática. Pero, sorpresivamente, la fama había llegado de la mano de una publicidad que el gobierno de la ciudad lanzara con el fin de instaurar la ley que prohibía fumar en espacios cerrados. Al principio, trató de autoconvencerse que esto la ayudaría a darse a conocer; pero cuando se percató que sólo era convocada para decir, con su particular voz: Fumar es perjudicial para la salud, comenzó a caer en una profunda crisis depresiva.
Sus compañeros no sabían cómo contenerla, y cayeron en la cuenta que este era un caso de ayuda profesional el día en que llamaron a su casa y, al contestar el teléfono, ella pronunció la terrible y fatídica frase: Fumar es perjudicial para la salud. Y esto no es todo. Sino que además, comenzó a reproducir mecánica e incesantemente slogans de todo tipo, tales como ¨poderoso el chiquitin¨, el cual repetía al cruzarse niños por la calle. Sus hermanos mayores decidieron que lo mejor para ella sería entrar en una institución ¨amigable¨ donde la ayudarían a superar el karma de los slogans. Un 16 de septiembre de principios del 2000, ingresó en la sala 4 del Hospital Borda, donde viviría los que serían los siete años más felices de su vida. En la radio apodada ¨La Colifata¨, la cual transmitía desde el nosocomio, Ana se destacó desde el comienzo. Hasta el día en que Lalo Mir, prestigioso locutor de radio, la escuchó y la invitó a sumarse a su programa matutino como columnista. De ahí en más despegó definitivamente, a punto tal que destronó a todos los cómicos del Stand Up porteño. Hasta la trágica noche del bicentenario a la que había sido invitada: creyéndose Alfonsina Storni, la humorista treintañera originaria de La Boca se ahogó en el inodoro del edificio de la esquina de Callao y Riobamba, donde 800 personas habían concurrido sólo para ella.

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